Y la guinda gastronómica la puso este restaurante moderno y singular situado en un barrio que daba un poquillo de miedo, muy cerca del río. (Podéis ver más info aquí, en su web)
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Todo lo que diga de este restaurante es poco: el personal muy agradable, los platos excelentemente presentados y exquisitos, la decoración muy agradable...Incluso en el cuarto de baño de señoras hay un cambiador para bebés :)
Los precios no son excesivamente altos: por 40 € comimos dos personas y pedimos dos entrantes (sushi de verduras y tostada integral con provolone), una ensalada (en una tulipa, preciosa, con queso frito, almendras, bayas de goji, kiwi, tomatitos cherry y lechuguita), dos platos principales (unas hamburguesas de tofu y verduras con arroz y salsa de manzana con curry que quitaban el sentido), dos infusiones, la bebida (por cierto, la botella de agua cerrada, como deberían hacer en todos los restaurantes) y un postre (que para mí fue el punto flaco, ya que esperaba trufas de nueces y pistachos y eran de chocolate y coco...pero como estaba feliz, me dio lo mismo, la verdad). Total, que salimos rodando de allí felices como perdices :)
Lo único mejorable (además del desencanto de las trufas) es que podrían señalar cuáles son los platos veganos de la carta. Ah, ¡y que no abren los domingos!
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