Cuando se haya talado el último árbol, envenenado el último río y pescado el último pez, entonces comprenderás que el dinero no se come.

miércoles, febrero 24, 2010

El restaurante del fin del mundo





¡Cómo se nota que estoy de vacaciones! :P

Estoy ligeramente pachucha y me he quedado todo el día en casa, buscando cosillas, viendo una peli y actualizando esto, que lo tenía más bien muertecillo.

Hace algo más de un mes y medio, la profe de italiano nos dijo que teníamos que preparar un tema sobre el que hablar 10 minutos en clase. Yo elegí el vegetarianismo. Buscando, buscando, encontré la página de un chico italiano que escribe una entrada larguísima sobre sus motivos para ser vegetariano. Si un día me da por ahí, la traduzco (a golpe de traductor, que ahora mismo no tengo tanta paciencia) y la posteo con su permiso. Merece la pena leerla, ya que profundiza bastante en los diferentes motivos. Fue allí donde encontré un fragmento de un libro del señor Douglas Adams llamado "El restaurante del fin del mundo". Os pego el comienzo y, justo después, algo que tiene más que ver con este blog:

"1 Resumen de lo publicado:
Al principio se creó el Universo.
Eso hizo que se enfadara mucha gente, y la mayoría lo consideró un error.

Muchas razas mantienen la creencia de que lo creó alguna especie de dios,
aunque los jatravártidos de Viltvodle VI creen que todo el Universo surgió de un
estornudo de la nariz de un ser llamado Gran Arklopoplético Verde.

Los jatravártidos, que viven en continuo miedo del momento que llaman «La
llegada del gran pañuelo blanco», son pequeñas criaturas de color azul y, como
poseen más de cincuenta brazos cada una, constituyen la única raza de la
historia que ha intentado el pulverizador desodorante antes que la rueda."

:D

"Se acercó el camarero. ¿Quieren ver la carta - les preguntó, - o desean el plato del día?
- ¿Eh? - dijo Ford.
- ¿Eh? - dijo Arthur.
- ¿Eh? - dijo Trillian.
- Excelente - dijo Zaphod -, queremos carne.
[...]

Un animal enorme se acercó a la mesa de Zaphod Beeblebrox, un cuadrúpedo
gordo y carnoso de la especie bovina con grandes ojos acuosos, cuernos
pequeños y lo que casi podía ser una sonrisa agradecida en los morros.

- Buenas noches - dijo con voz profunda, sentándose pesadamente sobre la
grupa -. Soy el plato fuerte del Plato del Día ¿Puedo llamar su atención sobre
alguna parte de mi cuerpo? Mugió y gorjeó un poco, movió los cuartos traseros para colocarse en una postura más cómoda y les miró pacíficamente.

Arthur y Trillian recibieron su mirada con asombro y estupefacción. Ford Prefect
alzó los hombros, resignado; Zaphod Beeblebrox clavó los ojos en la vaca con
hambre canina.
- ¿Algo del cuarto delantero, tal vez? - sugirió el animal -. ¿Dorado a fuego
lento con salsa de vino blanco?
- Humm... -, ¿de tu cuarto delantero? - dijo Arthur con un murmullo
aterrorizado.
- Naturalmente, señor; de mi cuarto delantero - contestó la vaca con un mugido
de contento -. No puedo ofrecer el de nadie más.

Zaphod se puso en pie de un salto y empezó a examinar con la mano el cuarto
delantero del animal.
- O de la cadera, que está muy bien - murmuró el cuadrúpedo -. Me he estado
entrenando y comiendo mucho grano, así que ahí tengo mucha carne.
Soltó un gruñido suave, gorjeó de nuevo y empezó a rumiar. Volvió a tragar el
bolo alimenticio.
- ¿O quizá un estofado? - añadió.

- ¿Quieres decir que este animal quiere de verdad que nos lo comamos? -
Musitó Trillian a Ford.
- ¿Yo? - dijo Ford, mirándola con ojos vidriosos -. Yo no quiero decir nada.
- ¡Esto es realmente horrible! - exclamó Arthur -. Es lo más repugnante que he
oído jamás.
- ¿Cuál es el problema, terráqueo? - preguntó Zaphod, que ahora trasladaba su
atención a las enormes caderas de la vaca.
- Que me niego a comer un animal que se pone delante de mí y me invita a
hacerlo - dijo Arthur -; es cruel.

- Es mejor que comer un animal que no quiere que lo coman - apostilló Zaphod.
- No se trata de eso - protestó Arthur. Luego lo pensó un momento y agregó -:
De acuerdo, tal vez se trate de eso. Pero no me importa, no voy a pensar en
eso ahora. Sólo... hummm...

- Creo que sólo tomaré una ensalada.
- ¿Puedo sugerirle que considere mi hígado? - preguntó la vaca -. Ya debe
estar muy tierno y muy rico, me he estado alimentando durante meses.
- Una ensalada - dijo Arthur en tono enfático.
- ¿Una ensalada? - repitió el cuadrúpedo, mirando a Arthur con desaprobación.
- ¿Vas a decirme que no debería tomar una ensalada? - inquirió Arthur.

- Pues conozco muchos vegetales que se manifiestan muy claramente respecto
a ese punto - respondió el animal -. Por eso es por lo que al fin se decidió
cortar por lo sano todo ese problema complicado y alimentar a un animal que
quisiera que se lo comieran y fuera capaz de decirlo con toda claridad. Y aquí
estoy yo.

Logró realizar una leve reverencia.
- Un vaso de agua, por favor - pidió Arthur.

- Mira - dijo Zaphod -, nosotros queremos comer, no atracarnos de discusiones.
Cuatro filetes poco hechos, y de prisa. No hemos comido en quinientos setenta
y seis mil millones de años.

La vaca se incorporó con dificultad. Emitió un gorjeo suave.
- Una elección muy acertada, señor, si me permite decirlo - dijo -. Bueno, voy a
pegarme un tiro en seguida.
Se volvió y guiñó amistosamente un ojo a Arthur.
- No se preocupe, señor - le dijo -, seré muy humano.

Y sin prisas, se dirigió contoneándose a la cocina.

Unos minutos después, llegó el camarero con cuatro filetes enormes y
humeantes. Zaphod y Ford se lanzaron como lobos sobre ellos sin dudar un
segundo. Trillian esperó un poco, se encogió de hombros y se dedicó al suyo.
Arthur miró su plato sintiendo ligeras náuseas.
- Oye, terráqueo - le dijo Zaphod con una sonrisa maliciosa en la cara que no
estaba atiborrada de comida, ¿qué es lo que te pasa?"

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