Está claro que en dos meses que he pasado sin ver a mis padres, o ellos han perdido firmeza o yo he ganado en poder de convicción...o simplemente ha sido casualidad.
Por mucho que me guste viajar y muchas grandes ciudades que me encanten, he vivido gran parte de mi vida en un "pseudo pueblo" y, entre eso y la influencia de mis abuelas, me queda muchísimo cariño a todo lo relacionado con las tradiciones y las antiguas costumbres. Me acuerdo que, cuando vivía en la capital (me mudé a los 8 años a donde vivo ahora), aún se oía el silbato del afilador: un señor que iba en moto haciéndose oír, por si alguien quería afilar sus cuchillos, tijeras y "armas" varias. Mi abuela me decía: "¡Niña, que viene el afilador! ¡Mueve el culo, que te dan dinero!", o algo así. Entonces mi abuela y yo movíamos el culo cual pato mareado...pero claro, de dinero, nada :P
Cuando me mudé a donde vivo ahora (bueno, a donde vivo la mayor parte del tiempo), seguía pasando el afilador, pero nunca lo llamamos para afilar nada. Hoy, mientras hablaba con mi madre, oí en una de las calles ese silbido inconfundible. Ya no me acordaba de por qué había que mover el culo xD pero mi madre me lo recordó y lo hicimos de todas maneras.
Empecé a pensar cuántas profesiones de este tipo se habrán perdido con el paso de los años y me dio bastante lástima. Ahora todos estamos sumergidos, queramos o no, en el mundo de los avances tecnológicos y de las máquinas, en el usar y tirar. Si un cuchillo no corta, a la basura y se compra otro.
10 minutos después el afilador llegaba a mi calle...Me encuentro a mi madre y le digo: ¡¡Mamá, el afilador!!¡¡Venga, vamos a afilar algo!! Y ahí empieza mi madre a preguntar "¿dónde, dónde? ¡Niño, el afilador! ¿Las tijeras de podar las afilamos? ¡Las tijeras de la cocina!" Y en medio minuto estaba mi madre llamando al afilador, mi padre con las tijeras buscando cuchillos...y yo tan feliz de haber contribuido a que este hombre no pierda la fe en las profesiones que, por poco, caen en el olvido. Es en estos momentos, cuando alguien con una furgoneta llama a la puerta preguntando si queremos fruta y cuando se oye el claxon del panadero vendiendo pan, cuando más me alegro de vivir en un "pseudo pueblo".
Hoy pido que no nos olvidemos de todas esas personas que trabajan en el campo, en los pueblos, y que tienen una vida más dura de la que nosotros podemos imaginar.
3 comentarios:
no sé lo que te parecerá a ti. Pienso que vamos con demasiada prisa, como dice frecuentemente un buen amigo...
procuro a diario detenerme en una plaza, o en un café, o en la boca del metro, sólo a mirar a la gente y a imaginarme qué pasa por sus mentes.
No pienso en cuál es su situación concreta, fáctica, sería imposible adivinarlo... sino en cómo la están viviendo (y esto sí es fácil de apreciar)
qué agobios, qué complejos, qué películas que nos montamos a la mínima de cambio... cada vez se me hace más difícil llegar a las personas... es esa gruesa capa de ego con la que hemos decidido pringarnos todos de arriba a abajo... que nos hace intocables en nuestra "torre de miserias"
Vamos demasiado rápido y claro, desnortados. A diario me paro unos minutos a contemplar un espectáculo al que contribuyo lo menos posible, y no dejo de horrorizarme. Nos hemos ido engañando, pero bien. Y lo pagamos a diario. Aunque no lo sepamos porque renunciamos hace tiempo a conocer algo mejor.
Un saludo,
Ig.
Vaya, así que el otro comentario es de mi buen amigo Ig. Algo tendrá este blog si dos especímenes Osakiles hemos venido a parar aquí. Me ha encantado tu texto. Lo siento muy cercano y estoy totalmente de acuerdo contigo en la reflexión final. a podían preocuparse los de arriba por cuidar el pasado que nos ha hecho como somos antes de acelerarse a construir un futuro distinto a la medida de cada puñetera legislatura gubernamental. Lo que pasa es que ellos están de aquí para allá, en despachos, viajes al extranjero, recepciones y reuniones con sus queridas y queridos. Tienen mucha prisa y nada de tiempo para pararse un momento y escuchar que afuera pasa el afilador.
E.C.
"El afiladoooooooor" ... banda sonora de la infancia de muchos. Yo también lo escuchaba y anhelaba saber tocar la armónica como él. Y también lo escuché de vuelta hace unos años cuando ya lo creía perdido. Poco después llegó el esquilador/pelador de perritos. Después no he vuelto a verlos.
En cambio los que nunca han faltado, los que venden comida. Los de las sandías y melones, patatas asadas, hasta uno vendiendo helados con una motocicleta este año.
Sin embargo, ninguna tonadilla como la que cantaba el afilador con su armónica.
Un saludo, Domingo.
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