Llevo aguantando el suplicio futbolero de este país y sus habitantes, apoyando en cada partido al equipo que no era el español, con la esperanza de tener que ahorrarme el sofoco. Pero no. Ahora entiendo que no me toque la lotería ni ningún premio: ni tengo intuición ni nada de nada.
El fútbol nunca me ha gustado (los únicos eventos deportivos que veía eran el salto de trampolín y la gimnasia rítmica), pero viendo el fanatismo cegador que se apodera de los ciudadanos, me está empezando a provocar odio.
No es el deporte en sí, no nos equivoquemos: es que me da rabia que sea lo único que une a la gente en este país.
No me considero especialmente patriota (por no decir nada), pero si el resto del año llevas una pulserita, una camiseta o cuelgas la bandera de España, los comentarios que te acusan de facha llueven a diestro y siniestro. Eso sí, cuando hay fútbol, todos - o casi- somos y nos sentimos españoles.
Da igual que nos recorten hasta las pestañas para aliviar la crisis (ese mismo dinero que recaudan es para que todos, TODOS los políticos sigan manteniendo su tren de vida). No importa que suban el pan y los huevos, que los pensionistas tengan que pagar un 10% de sus medicinas, que a los funcionarios nos hayan recortado ya un ¿10%? ¿15%? y nos quiten las pagas (ellos no se quitan nada, por supuesto), o que la crisis la paguemos todos y no los bancos. No importa, porque hemos ganado la copa de Europa.
A lo mejor, esos 300.000 € extra que ha ganado cada jugador, más el dinero que se podría sacar vendiendo la copa, podrían donarlo para mejorar un poco la crisis de ese país que les da de comer. Total, ellos no están en crisis.
Siempre he dicho - y ahora me reafirmo más en la idea- que nos lo pueden quitar todo, y la gente protestará, pero no pasará nada. Ahora, que prohíban el fútbol, que el golpe de Estado no se hace esperar más de un par de días. ¿No da vergüenza?
Pues sí. Así que yo, de momento, no me siento orgullosa de ser española. Cuando haya verdaderos motivos (y esto no implica realmente una revolución sangrienta ni un 15-M), sí que lo haré. De momento, seguiré quejándome y llorando, acordándome de las palabras de Unamuno: "Me duele España".
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