Si alguien pensaba que no iba a hablar del desastre del momento, estaba equivocado.
Desde el sofá de casa y recordando la profecía de los mayas de la peli que no he visto, me pregunto si esto es el comienzo del principio o si es una catástrofe más que nos afecta en menor medida.
Por un lado, a pesar de la magnitud del problema y de desconocer hasta qué punto estamos también en peligro, una parte de mí se niega (o lo intenta) a recibir más información, a ver más noticias. No quiero contemplar más imágenes de destrucción, más periodistas buscando a la pobre anciana llorando y buscando lo que queda de su casa. No quiero. He tenido bastante con las imágenes de Kuwait, Somalia, Kosovo, Ruanda, Irak, Afganistán, EEUU, Chile, China, Paquistán, Haití,...Años y años reteniendo en la retina y en las neuronas horror y destrucción causado por los humanos o por las catástrofes naturales. Ya sé lo horrible que es, y no quiero verlo más.
Ahora mismo está en Yokohama una amiga de la familia, japonesa, a la que conocemos desde hace casi 20 años. Fue porque tenía una cita con su médico porque, a sus casi 70 años, le han descubierto un tumor. Y allí está la pobre mujer - que afortunadamente no tiene que operarse- que no sabe qué va a ocurrir, ni si va a poder volver a España cuando tenía previsto. Cuando conocemos a alguien que está viviendo en primera persona una tragedia como ésta, nos tomamos las cosas de forma diferente.
No voy a preguntar dónde están nuestros militares, porque me imagino que TODOS deben estar en misiones humanitarias más importantes que ésta, y que por eso no mandamos a nadie a Japón. Vamos a dejarlo, que ya es suficiente con los que mandan EEUU, Reino Unido, Alemania y Francia. ¿No?
Desde aquí un abrazo a todos los japoneses que están aguantando el tirón en su país, que en una situación extrema como la que están viviendo no recurren al pánico y al descontrol arrasándolo todo, sino que hacen cola en las tiendas con un civismo con el que el resto de países sólo acertamos a soñar.
Seguid luchando.
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